7.10.10

Megumi y Kein.

Allí estaban ellos sentados en el último banco del parque enfrente de la fuente con forma de estrella como cada tarde que decidían verse. Megumi era una chica de pelo largo, castaño y ondulado, que le caía por la espalda como una cascada. Tenía los ojos de un marrón oscuro que llamaba la atención a simple vista y que ella solía esconder tras su cabello. Esa tarde vestía sus pantalones anchos favoritos que conseguían taparle totalmente las zapatillas, y una camiseta holgada gris de tirantes. Por el contrario, Kein tenía el pelo corto y liso, los ojos de color verde esmeralda y una mirada misteriosa. Llevaba unos pantalones rectos negros con zapatillas de deporte y una camiseta de su grupo preferido. Parecían un poco diferentes pero tenían una fuerte amistad que les unía. Solían quedar un par de veces por semana para hablar, tomar algo o simplemente para estar juntos y pasar tiempo en común, pero aquella tarde no era como las demás si no que tenía algo que la hacía distinta, ninguno de los dos decía nada, ni siquiera se miraban. 
 
Kein levantó la mirada, fijó sus ojos en Megumi y de pronto su corazón comenzó a latir más rápido que de normal, se puso nervioso y desvió la mirada de nuevo, como llevaba haciendo toda la tarde. Megumi se dio cuenta y le miró, abrió la boca como para decir algo pero decidió callar de nuevo. Pasaron un par de minutos y ninguno de los dos se decidía a comenzar la conversación.

-Kein... -susurró Megumi a media voz-. Kein, creo que tienes algo que contarme. ¿Qué te pasa últimamente conmigo? No entiendo tu comportamiento, me he dado cuenta de que no puedes mantenerme la mirada más de cinco segundos seguidos, rehuyes mis abrazos y casi ni me dejas saludarte dándote un beso. Antes podíamos hablar durante horas de mil cosas diferentes, ahora no somos capaces ni de mantener una conversación de más de cuatro palabras seguidas, he de arrancarte las palabras si quiero saber cómo te ha ido el día. Te digo de ir a ver una película juntos y siempre tienes alguna excusa para usar, te llamo a casa y me dicen que has salido, que no estás, que estás durmiendo. Yo ya no...

De pronto Kein le puso un dedo sobre sus labios para que dejase de hablar, le dedicó una profunda mirada y le susurró:
-Ssssh, deja de hablar, deja de decirme todo lo que ya sé porque no me facilitas nada de esta manera, no puedo decírtelo, no soy capaz, lo siento...

-Kein, pero es que ya no sé a qué atenerme, ¿qué no puedes decirme? No entiendo nada. Desde que te conozco nunca te había pasado esto, siempre podía contártelo todo y no necesitaba ni empezar a hablar yo porque ahí estabas tú para preguntarme sobre todo, pero ahora... ahora he de comenzar yo cada conversación y preguntar de cientos de maneras diversas si quiero saber qué pasa por tu cabeza y ni aún con esas lo consigo. Me da la sensación de que te molesta que te cuente mis cosas y yo ya no sé cómo comportarme, hazme una lista y facilítame las cosas, ¿quieres? -dijo ella de un tirón.

-No entiendes nada ni nunca lo entenderás, ¿no eres capaz de comprender lo que me pasa? Te creía más inteligente pero ya veo que tan solo me he dejado llevar y que mis ojos no muestran la realidad si no la fantasía que yo mismo he querido crearme. ¿Acaso no te das cuenta de lo que me pasa?. ¿Tan difícil es para ti?-le respondió bruscamente de una manera especialmente borde. No se había dado cuenta pero estaba de pie con una postura amenazadora y había terminado alzando la voz. Megumi le observaba fijamente y sus ojos reflejaban algo de miedo.

-Lo... lo siento Megumi-dijo mientras se sentaba a su lado y la cogía de las manos-. Perdóname, de verdad, no sé qué me ha pasado, no sé por qué te he hablado de esa manera, no era mi intención pero es que yo...

-No, Kein, perdóname tú a mí porque creo que soy yo quien te causa el estar en ese estado, pero es que no entiendo nada. Si te he causado daño alguno te pido perdón. Eres mi mejor amigo y no soporto que te alejes tanto de mí, te necesito a mi lado. -respondió Megumi casi con lágrimas en los ojos.

-Pero es que... Megumi, yo... -Kein desvió la mirada de manera nerviosa y comenzó a respirar más rápidamente, le sudaban las manos y Megumi se dio cuenta de ello.

-¿Qué te ocurre Kein? -dijo ella de inocentemente y le giró la cara suavemente para mirarle a los ojos.

-¡Megumi, joder, parece que no quieras enterarte de que te quiero! ¿No te das cuenta? Por eso rechazaba quedarme a solas contigo en casa, porque no aguantaba sentirte tan cerca y no poder acariciarte, besarte, decirte todo lo que sentía. Mirarte a los ojos me vuelve loco, ¡cuántas veces me habré dormido soñando con tu dulce mirada! ¿Sabes lo que es tener que rechazar hablar contigo por miedo a que se me escapase todo lo que llevo dentro?. Es que no tienes ni idea de lo que es. -respondió Kein casi sin darse cuenta.

-Kein, nunca lo había mirado de esa manera, no creía que algún día llegases a sentir algo por mi, te tenía como a mi mejor amigo, la persona en la que más confío, en la que creo, a la que necesito, la única persona que logra hacerme sonreír cuando se me cae el mundo encima. Y claro que te quiero, ¡yo también te quiero! Y creo que no te llegas a hacer a la idea de cuánto, por eso quiero verte a diario, por eso no aguanto más de un día sin saber de ti. –al terminar de hablar se quedó sobresaltada, se tapó la boca con ambas manos y le miró con los ojos totalmente abiertos, su corazón latía desbocado, jamás había sentido nada como estaba sintiendo en aquel momento.

Kein parpadeó sorprendido, la miró y dijo sorprendido:
-¿De verdad sientes todo eso, Megumi?

Ella asintió, ruborizada, y acercó lentamente su rostro al de Kein, ambos respiraban entrecortadamente y aun así no desviaron las miradas, se acercaron más y más hasta que los labios de uno rozaban los del otro y entonces cerraron los ojos y se dejaron llevar por ese beso. Su primer beso, tan mágico como en sus sueños. Miles de sentimientos se entrecruzaron por sus adentros y terminaron enlazados en un cálido abrazo. Ya no habría más secretos ya que todos los que guardaban habían quedado descubiertos.

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