23.3.12

-Sin título-

Escuchó la puerta y más tarde uno de los pocos sonidos que lograban sacarle realmente de quicio rompió el silencio que reinaba en la casa después de que todos se hubieran ido. Todos excepto alguien que llevaba demasiado tiempo destrozando la tranquilidad que había disfrutado tiempo atrás junto a la perfecta soledad que le acompañaba, pero ya no aguantaba más. Suspiró, cerró el portátil y se levantó de la silla para dirigirse hacia la estantería dónde estaba su más adorada y preciada reliquia. La cogió con suma delicadeza y la miró con un brillo de malicia en la mirada. Abrió la puerta con ella en la mano y cruzó el pasillo con calma hasta llegar al final de éste, donde estaba la puerta que ella buscaba. Al otro lado se escuchaba una voz irritante que lograba alterarla realmente, hablaba como si fuese la única allí, como si no fuera a molestar a nadie, pero ese día no iba a salirse con la suya, ya no. Su paciencia ya había sobrepasado límites que ni siquiera ella creía que tenía y ese día tan solo decidió seguir sus instintos. Puso la mano derecha sobre el pomo de la puerta y lo giró lentamente, escuchando el chirrido que éste causaba al moverse y que aun así era menos molesto que su estúpido timbre de voz. Entró en el cuarto con una expresión seria y la vio sentada en una silla con un gran respaldo y ruedas, con dos pantallas más grandes que sus caderas, algo que ya era bastante grande de por sí, y con el pelo semirizado y encrespado recogido con un lápiz en un deshecho moño. Al darse cuenta de su presencia giró la cara y frunció el entrecejo.

- ¿Qué quieres, niñata? -dijo con una expresión de asco en la cara.

- Solo busco un poco de silencio y dado que tú eres el mayor estruendo que suena por estos alrededores supongo que vengo a hablar para exigirte que dejes de hacer ese molesto sonido que sale de tu boca al cual tú llamas voz. ¿Crees que será posible que cierres esa estúpida bocaza tuya? - contestó la muchacha con una media sonrisa dibujada en su cara y un tono de voz suave y bajo, si hubiese sido un poco más leve se habría calificado de susurro.

- ¡Já! ¡Tú no eres quien para darme órdenes, no eres mi madre! - replicó a voz en grito mientras se levantaba para ponerse de pie delante de ella frunciendo el entrecejo más aun si es que era posible.

- Lástima que esa respuesta sea errónea, no es lo que estaba buscando, así que tendré que lograrlo por mi misma.- acto seguido colocó su mano derecha sobre el pomo de la katana que sujetaba con la zurda y al mismo tiempo que desenvainaba el filo de ésta sesgó las cuerdas vocales de la chica que estaba delante de ella, cuya expresión ahora era de espanto. Parecía que los ojos iban a salírsele de las cuencas.
Aquel corte limpio había salpicado sangre por toda la habitación, la chica se llevó las manos al cuello que no paraba de sangrar y calló al suelo sobre el charco que acababa de crear su herida.

- Al fin volverá a reinar el silencio en esta casa, realmente lo echaba de menos, gracias por permitirme disfrutar de tal tranquilidad, encanto. - Dicho esto la muchacha se dio media vuelta y volvió a su cuarto cerrando ambas puertas tras de sí. Limpió la katana, la dejó sobre el estante y se sentó de nuevo delante del ordenador sin escuchar nada más allá de su respiración.

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