24.3.11

Purpento.

Aquella era una soleada mañana en el planeta de Purpento, la típica mañana soleada en la que todo el mundo despierta con el canto de los pájaros, una sonrisa en la cara y de buen humor, soleada al menos antes de que aparecieran unas nubes un tanto extrañas y sospechosas. Eran nubes de un tono verdoso, verde con un toque de morado, una mezcla explosiva de color. Éstas venían del oeste y se acercaban notablemente hacia el sol, comiéndose a su paso la claridad del día.
Las sonrisas de la gente comenzaron a disiparse conforme pasaba la mañana, mirases a quien mirases veías que su expresión era de extrañeza, desconfianza e incluso algunas personas empezaban a demostrar algo de paranoia. Los periódicos sacaban extras con confabulaciones acerca de lo que significaba la aparición de esas acumulaciones verdosas, ni siquiera se atrevían a llamarlas nubes ya que eso es lo que eran, meras nubes. La hipocondría se extendió por los habitantes de la ciudad, supuestos síntomas se propagaron y comenzaron a sentirse intoxicados, mareados, sentían sudores fríos y llegaron hasta el punto de usar mascarillas para no inhalar al máximo la extraña atmósfera que los envolvía. Poco a poco el rumor de que la niebla verdosa que habían creado las nubes era un gas tóxico, un virus casi mortal, una enfermedad contagiosa, llegó a la mayoría de las personas. Decían que era una conspiración vírica que había estado desarrollando en secreto durante años la mafia de los conejos saltarines, los cuales tenían su base situada en una cueva oculta allá por el poblado de los leprechauns sin arco iris ya que era una zona que poca gente se atrevía a explorar.
Fue uno de los típicos rumores que se divulgan en cuestión de horas, y poco después comenzaron las congregaciones de gente indignada y con ira almacenada que no deseaban otra cosa que ir a buscar, atacar y destrozar la base de la mafia. Lo que esta gente no sabía era que los conejos saltarines llevaban unos cuantos años en guerra con los leprechauns sin arco iris y por lo tanto se habían visto obligados a trasladar la base secreta al hueco del árbol situado al fondo del pasillo boscoso a mano derecha, al igual que la mayoría de los baños, todo sea dicho.
La parte buena del caso, porque aunque parezca que no sí que hay parte buena, es que en ese hueco del árbol no se estaba llevando a cabo ningún experimento químico ni se estaba fabricando un gas tóxico ultra maligno, sino simplemente se había hallado la fórmula para crear nubes multicolores que diesen un poco más de alegría al mundo gris en el que vivía la gente de ese mundo.
A pesar de la buena idea del plan, siempre tiene que haber una parte mala –y sino siempre, la mayoría de las veces– y en este caso fue la infiltración de un malévolo saltamontes azul que se metió en la base del hueco del árbol saltando de rama en rama y de hoja en hoja y tras su incursión había logrado introducir un ingrediente secretamente saltamónico que convertía a las personas en ratones con un aire agatado. Este hecho hacía que todo aquel que respirase el aire envuelto por esas nubes multicolores, tenía una serie de mutaciones que transformaba su cabeza en una parecida a la de un gato con bigotes y le añadía a su cuerpo una cola de ratón. También ha de añadirse que claramente, esa persona comenzaba a odiar horrores el queso, lo cual haría que más adelante todas las fábricas de queso terminasen cerradas y el queso desaparecería de la faz de Purpento –esto viene a que obviamente lo de que los ratones adoran el queso es puro mito, como todo el mundo debería de saber, por eso no caen en las ratoneras sino que huyen de ellas–.
Pasadas unas cuantas semanas, cuando el gas se hubo extendido por toda la amplitud del planeta y todas las personas se encontraban contagiadas, por así decirlo, y convertidas en ratones agatados, la niebla verdosa que envolvía todo comenzó a disiparse lentamente hasta quedar reducida a nada más que un recuerdo del pasado. Fue entonces cuando, tras haber pasado todo el mes de Octolio hibernando en su madriguera situada al otro lado del río y escondida tras unos matorrales punzantes para no ser molestada en su periodo de somnolienta tranquilidad, Luu salió al mundo real sin haberse visto afectada por el cambiante virus verdosamente morado. Por lo visto, los matorrales punzantes hicieron las veces de filtro al estar situados delante de la zona abierta de la madriguera y por ello no dejaron pasar la niebla que causaba las transformaciones. De esta manera, Luu se dirigió felizmente hacia la civilización, como hacía cada año tras pasar el mes de Octolio en su guarida, lo que ella ni siquiera pensó es con lo que se iba a encontrar tras llegar hasta ésta... ¿la aceptarían los ahora mutantes? ¿o la atacarían porque les dominaría la envidia de que ella no hubiese mutado como ellos?

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