25.2.11

Pum-pum. I

Ebeil estaba sentada justo donde acababa la cama, con la espalda apoyada en la pared y las manos alrededor de las rodillas, juntando las piernas y oprimiéndolas mientras intentaba no llorar. Miró por la ventana con la mirada vacía, sin fijarse en nada, sin pensar en nada. No podía seguir así. Estaba perdida quien sabe donde intentando no volver a la realidad, intentando no sentir, intentando no ser. Pero de pronto un palpitar le hizo acordarse de todo, le hizo estamparse a una velocidad extremadamente elevada contra sus sentimientos, los recuerdos resonaron en su cabeza como si estuvieran martilleándola, su piel se estremeció al acordarse de las caricias y el pecho le ardió al notar de nuevo su corazón pidiéndole a gritos que le dejase volver a latir. Ebeil respiró hondo, apoyó la cabeza sobre sus rodillas y mientras la rabia se apoderaba de ella las lágrimas acudían a sus ojos. Apretó los dientes, la cara contra sus piernas y los brazos alrededor de éstas, intentó por todos los medios no llorar pero... no pudo y comenzó a sollozar como una niña pequeña. Sus hombros convulsionaban como si estuviese teniendo espasmos y un grito de dolor salió de entre sus labios.

Estuvo allí, sola, maldiciendo cada palabra, cada mentira y cada gesto durante horas hasta que las lágrimas se agotaron. Le dolía la cabeza y tenía los ojos rojos e irritados, las uñas clavadas en la palma de la mano y los labios rasgados por apretar los dientes para acallar el sentimiento de rabia que luchaba por salir. Se levantó como pudo con un movimiento un poco brusco y tuvo de apoyarse en la pared porque las piernas le fallaron y la cabeza le dio vueltas. Cerró los ojos, respiró hondo y se acercó al espejo. Cuando estuvo delante de su reflejo, una mueca de asco fue directa a sus labios. Tenía los ojos hinchados y extremadamente rojos, se le había corrido el rimel y llevaba las mejillas impregnadas de negro, algo que le hacía parecer aun más penosa de lo que había pensado. Cogió una toallita desmaquillante de la estantería y con una mano un tanto temblorosa empezó a frotarse la cara, pero por más que insistía no hacía más que extender el maquillaje por su cara. No pudo contenerse y las lágrimas volvieron a brotar de sus ojos. Se miró fijamente a los ojos, una imagen borrosa que le miraba con profundo odio y dejando salir la rabia que llevaba dentro gritó con desprecio:

"Es todo culpa tuya, maldito... ojalá no existieras. Eres lo peor que he tenido jamás. Eres el culpable de todo lo que ha pasado. ¡Deja de recordarme que estás ahí, joder!"

2 comentarios:

  1. Vaya textito... te llego la inspiración?

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  2. Algo así, David, algo así... esperemos que no marche tanto tiempo como la otra vez!!

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