12.5.11

Día de playa II

Había sangre por todas partes y se escuchaba mucho ruido alrededor. Le pareció escuchar a alguien pidiendo una ambulancia, el sonido de una sirena de policía y gente corriendo, seguramente serían los ladrones huyendo del lugar del incidente. Pero a pesar de todo lo que pasase a su alrededor, Megumi no podía apartar sus ojos de la mirada perdida de Kein, su cuerpo inerte yacía justo al lado de sus piernas y ella no paraba de balbucear su nombre, de llorar y acercar sus manos hacia el pecho de éste pero sin llegar a tocarle como para no aceptar que no iba a notar bajo la palma de su mano el latir de su órgano vital, no podía estar parado. El miedo la invadía conforme pasaban los segundos, su corazón latía desvocado como si quisiera escapar de aquella situación. De pronto, alguien la cogió por los hombros e intentó levantarla y alejarla de allí, pero ella hizo acopio de todas sus fuerzas y se avalanzó de nuevo contra el cuerpo muerto de Kein mientras lloraba desconsoladamente y gritaba.

-No, Kein, cariño... ¡NOOOOOO! Por favor, mi amor, ¡mírame! - gritaba entre sollozos mientras aquel hombre intentaba levantarla de nuevo. - No puedes estar muerto, por favor, no... no puede ser, Kein, ¡mírame, te lo suplico!

-Señorita, venga con nosotros, - le dijo con una cálida y reconfortante voz la persona que la sujetaba por los hombros, quien resultó ser un policía- hay una ambulancia esperándola, allí están nuestros psicólogos, quizá se sienta usted mejor hablando con ellos, por favor...

Después de un par de rechazos, finalmente accedió a seguirle. Estaba llena de sangre, se fijó mientras caminaba hacia la ambulancia, llena de su sangre, no podía creérselo, quería salir corriendo de allí, despertar de esa pesadilla, quería verle de nuevo... y de pronto la imagen de Kein en el suelo con los ojos abiertos, aquella expresión de susto y un charco rojo alrededor de su cuerpo le vino de nuevo a la mente. La sentaron en una camilla, se encogió sobre sí misma y empezó a llorar como una niña pequeña. Le temblaba todo el cuerpo, le dolía el pecho y estaba empezando a marearse.

- Cariño, respira hondo, intenta calmarte, habla con nosotros, podemos ayudarte.- le dijo uno de los psicólogos, era una mujer más o menos mayor, le recordaba a su profesora preferida de hacía unos cuantos años, de cuando iba a primaria. Inspiraba confianza y tenía una mirada llena de cariño. Aun así no le hacía sentirse mejor y seguía estando nerviosa, cada vez más.

-¿Ayudarme? - dijo de pronto Megumi con la voz tomada por culpa de tanto llorar- Ya nadie puede ayudarme, no podeis hacer que vuelva a mi lado- susurró como pudo mientras se secaba las lágrimas y miraba hacia donde estaba su cuerpo tapado ahora con uno de esos plásticos- Quiero irme a mi casa, no quiero hablar con nadie, quiero estar sola.

-Lo entendemos, pequeña, pero hemos de hacerte unas preguntas y seguro que te sienta bien hablar con nosotros aunque ahora no lo creas, estamos aquí para eso- dijo otro de los psicólogos con una dulce voz y una sonrisa en la cara.

-Cuanto antes pregunteis, antes responderé y podré irme a casa, pero...-miró hacia abajo- mis llaves están en su bañador y estoy sola en casa, sin ellas no tengo donde estar.

-Tranquila, te las conseguiremos. Comencemos pues- carraspeó un poco, intentó seguir con esa expresión dulce en su cara y empezó a hacerle un montón de preguntas a Megumi.

Entre suspiros y lágrimas retenidas al recordar el momento que minutos atrás había vivido e inspiraciones profundas para calmar sus nervios, Megumi fue contestando cada una de las preguntas, aunque suponía que no sería de demasiada ayuda porque no se había fijado en nada y si lo había hecho lo había olvidado, solo recordaba la expresión de susto de Kein. Cuando calló al suelo sin más, toda la sangre que salió... Kein... no podía parar de pensar en él y aun así no podía creer que no volvería a hablar con él. Todo había terminado.

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